Todos hemos experimentado la felicidad en algún punto de nuestras vidas; aún así, continúa siendo un sentimiento difícil de definir.
Según la Real Academia Española, la felicidad es un estado de grata satisfacción espiritual y física, es decir que proviene del interior y no del exterior, como erróneamente hemos llegado a creer. De hecho, esa embriaguez que experimentamos, como si algo que estuviéramos esperando se hubiera producido, sucede realmente en nuestro interior.
Tras años de estudiar la felicidad como un proceso biológico, endocrinólogos y neurocientíficos encontraron que existen cuatro químicos naturales que emite nuestro cuerpo cuando nos sentimos felices: endorfina, serotonina, dopamina y oxitocina.
De acuerdo con Loretta G. Breuning, profesora e investigadora de la Universidad Estatal de California (EE.UU.), “cuando tu cerebro emite uno de estos químicos, te sientes bien”. ¿Qué bueno sería que surgieran todo el tiempo, no? Lamentablemente no funciona así, pues “cada químico tiene un trabajo especial que hacer y se apaga una vez que el trabajo está hecho”.
Y como cualquier droga, esta combinación de reacciones químicas se vuelve indispensable, necesaria, así que comenzamos a buscar maneras de volver a sentirla.
La buscamos en los viajes, la comida, incluso en nuestros seres queridos. La buscamos en todos lados, sin resultados, porque olvidamos buscarla en el único lugar donde en verdad podemos encontrarla: en nosotros mismos.
Es por eso que a veces, por más que nos llenemos de actividades y nos rodeemos de personas, no logramos sentir esa plenitud.
Lo que no hemos entendido, es que, más que un estado permanente, la felicidad es un conjunto de momentos en nuestra vida. Y aunque estos momentos no son muy extensos en el tiempo, son una recarga de energía que nos ayuda a sobreponernos a dificultades y contratiempos. Un oasis en pleno desierto.
Así que la próxima vez que te sientas perdido, recuerda buscar en tu interior; date cuenta de lo maravilloso que es tu cuerpo, de lo afortunado que eres por la vida que tienes, trabaja en ti y para ti. Y cuando esa sensación de felicidad aparezca, más que analizarla, disfrútala.

Fuentes: